28 de febrero de 2025

¿HUMANIZAMOS A LOS ANIMALES?

           Desde hace un tiempo en que se nos fue "Timón", no dejo de pensar en "Zarza", un pastor alemán que nos regalaron cuando estábamos recién casados. Y también en "Tizón", otro anterior que estaba en casa de mis padres, cuando vivíamos en Misterios. Y pienso en cómo ha evolucionado el mundo de los animales, mejor dicho, nuestra relación con ellos. Cuento mi experiencia.

     En tiempos de mis abuelos, cuando yo era niña, no recuerdo perros en su casa del pueblo, y debía haberlos porque había caballerías... burros... cabras... ovejas, cerdos. Pero no... no me acuerdo de ningún perro,  quizás pasaban desapercibidos. 

     El primer perro que recuerdo es a "Tizón".  Un chucho sin raza definida, muy negro de cara y pelo, haciendo honor a su nombre: como un tizón. No sé como llegó a casa de mis padres allá a mediados de los años sesenta del siglo pasado. Yo creo que ya no estaba papá con nosotros, pero sí recuerdo que yo estaba trabajando. Nunca le vi con correa, ni que le sacáramos a pasear, ni comprar comida específica para él. Pero si recuerdo que se venía detrás de mi hasta el metro, que yo le iba diciendo todo el camino que se volviera para casa y al llegar a la boca de metro se sentaba, mientras yo bajaba las escaleras despreocupándome de él. Supongo que se volvería a casa, no recuerdo mas.

     El siguiente fue "Zarza", un cachorro de pastor alemán que le regaló  a Pepín un amigo tapicero, cuando estábamos recién casados y que se nos mareó en el coche viniendo a casa. Le tuvimos como un año, mas o menos lo que tardó en coger un buen tamaño. Era muy amigo de mi hermano Javier y él se entretenía mucho con él. Salíamos al campo los fines de semana y lo llevábamos con nosotros. 
 
     Cuando nació Cristina, un año después, le dije a Pepín: Tenemos que deshacernos del perro porque no es sano que esté cerca del bebé. Acordamos regalárselo al marido de una compañera suya que tenía una nave con patio en un polígono industrial. Se lo llevamos a su casa y él lo llevó a la nave. A los pocos días nos dijo que había hecho un agujero en la tierra por debajo del alambrado y se había escapado. Pasaron un par de días mas y apareció el perro tumbado entre dos coches al lado de nuestro portal. A mi me dieron escalofríos pero le dije a Pepín: Llévatelo ahora mismo porque si no, ya no te lo llevas. Se lo llevó y ya no supe mas de él. Ahora lo recuerdo y siento remordimientos. 
    
     Después nació  Alberto, y luego Leticia.

     Nos olvidamos de los perros y nos ocupamos de los niños.
 
     Cuando los niños crecieron un poco empezaron a pedir que por qué no traíamos un perro. Estuvimos mucho tiempo negándonos a ello por la responsabilidad que supone tener un animal en casa.  

     Les dimos largas durante mucho tiempo. Hasta que ya fueron mayores y podían colaborar en su cuidado. Tampoco ya nos íbamos todos juntos de vacaciones y por lo tanto podíamos entre todos ocuparnos de él.

     Y entonces apareció Balú en nuestras vidas.
 
     Un Fox terrier de pelo duro, del que ya hay algunas páginas en este blogg. 

     Dieciséis años estuvo con nosotros, un miembro mas de la familia, se crió con mis nietos a los que cuidaba y ellos le adoraban. yo me entendía con él a las mil maravillas. Se venía con nosotros a todas partes. Estábamos pendientes de sus necesidades, como uno mas y él te respondía con su cariño incondicional. Abrí una página en mi blog para él y las mascotas de la familia... 

     Todos sufrimos cuando se nos fué y le recordamos continuamente. 

      Por todo ello, reflexiono y me pregunto ¿Humanizamos a los animales? o les estamos dando el lugar que les corresponde?....