Voy a completaros lo que dejé pendiente de la casa en mi anterior post, pues en esa conversación recordé algunos detalles. Y estas crónicas son de mis recuerdos.
Os dije que os hablaría de la bodega y la troje. Pues bien, la bodega era un cuarto-despensa lleno de cosas ricas. Siempre estaba muy oscura. Creo que había unas tinajas con aceite, pues el abuelo tenía algunos olivos; también estaba la artesa donde se amasaba el pan, que luego, se llevaba en unos tableros, a cocer al horno de la tahona, y una vez cocido, se guardaba en la bodega, en una tinaja. Creo que ya os conté que el pan se hacía para toda la semana y que la abuela no dejaba nunca comer el pan del día. (Ignacio, lo que había al final del pasillo no era la tinaja del pan sino unos cántaros).
Para los que no sepáis qué es una artesa |
En orzas, y colgados, se guardaban los productos de la matanza, que se hacía todos los años. Chorizos, morcillas y patateras. Lomo y costillas, que se adobaban.
El día de la matanza era una fiesta. También me tocó estar en alguna de ellas.
Durante todo el año, se engordaba o cebaba al cerdo. Por las mañanas, creo que ya os lo conté, pasaba el porquero tocando una especie de trompetilla y se llevaba a los cerdos -¡cual flautista de Hamelín!- al campo para que se alimentaran con bellotas, o lo que sea, y los devolvía a casa en el transcurso del día.
Cuando llegaba su día, que no sé si era el de San Martín, se reunían en casa de los abuelos un montón de gente para echar una mano. Recuerdo a tío Arsenio y otras personas persiguiendo al cerdo por el corral, que huía gruñendo porque debía imaginarse lo que se le venía encima, unos y otros entrando y saliendo por los huecos de puerta que había entre las distintas zonas del corral. Cuando conseguían alcanzarlo, procedían... Luego en la explanadita o plaza que había delante de la casa, preparaban una hoguera donde lo chamuscaban. No sé en qué orden, pero recuerdo estar en el arroyo con algunas mujeres lavando tripas y nosotros montando en un columpio que nos habrían hecho con una soga en un árbol. Lo siguiente que recuerdo es a todas las mujeres sentadas en la cocina, como en corro, haciendo el embutido. Unas iban llenando las tripas, a mano, o mejor dicho a dedo, otras las ataban y otras con un corcho con puntas de alfiler, los iban pinchando, ahora sé que para sacarle el aire. Esta tarea estaba siempre amenizada por las ocurrencias de tía Rogelia que parece que la estoy viendo: oronda... con sus faldones largos y negros... y su pañuelo a la cabeza. Aparte de los productos típicos que todos conocemos, allí se hacía "turra", que era como bloques de sangre cuajada, que luego creo que se comía rehogada con cebolla.(??).
El día de la matanza era una fiesta. También me tocó estar en alguna de ellas.
Durante todo el año, se engordaba o cebaba al cerdo. Por las mañanas, creo que ya os lo conté, pasaba el porquero tocando una especie de trompetilla y se llevaba a los cerdos -¡cual flautista de Hamelín!- al campo para que se alimentaran con bellotas, o lo que sea, y los devolvía a casa en el transcurso del día.
Cuando llegaba su día, que no sé si era el de San Martín, se reunían en casa de los abuelos un montón de gente para echar una mano. Recuerdo a tío Arsenio y otras personas persiguiendo al cerdo por el corral, que huía gruñendo porque debía imaginarse lo que se le venía encima, unos y otros entrando y saliendo por los huecos de puerta que había entre las distintas zonas del corral. Cuando conseguían alcanzarlo, procedían... Luego en la explanadita o plaza que había delante de la casa, preparaban una hoguera donde lo chamuscaban. No sé en qué orden, pero recuerdo estar en el arroyo con algunas mujeres lavando tripas y nosotros montando en un columpio que nos habrían hecho con una soga en un árbol. Lo siguiente que recuerdo es a todas las mujeres sentadas en la cocina, como en corro, haciendo el embutido. Unas iban llenando las tripas, a mano, o mejor dicho a dedo, otras las ataban y otras con un corcho con puntas de alfiler, los iban pinchando, ahora sé que para sacarle el aire. Esta tarea estaba siempre amenizada por las ocurrencias de tía Rogelia que parece que la estoy viendo: oronda... con sus faldones largos y negros... y su pañuelo a la cabeza. Aparte de los productos típicos que todos conocemos, allí se hacía "turra", que era como bloques de sangre cuajada, que luego creo que se comía rehogada con cebolla.(??).
También en la bodega, hacia el centro, colgada del techo por unas abrazaderas, había una balda grande donde la abuela Petra ponía la leche... y en un cuenco grande el tomate frito, hecho con mucha paciencia y que estaba tan rico. Mamá tambien lo hacía muy rico, ¿recordáis?. Decía que lo aprendió de su madre.
También se guardaba el tomate natural, conservado en botellas de cristal.
Y el queso en aceite... Y las aceitunas...
Lo cierto es que en esa época, la mayoría de las casas llenaban su despensa con los productos de su propia cosecha. El abuelo tenía una huerta, donde sembraban las hortalizas necesarias para el sustento. Y luego tenía "la huertina", que estaba al lado del arroyo, y donde había un granado... y una higuera... y donde nacían tambien azucenas. En ella había una noria pequeña que tenía acceso al pozo por uno de los lados, con unas escaleras de piedra hacia abajo por donde recuerdo haber acompañado a tía Fe a coger agua con un cántaro.
Continuará...
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Frase:
"Los hombres pasan, los recuerdos quedan, como quedan las obras de los que algo hacen". Víctor Montenegro
Sigue, sigue... está interesante!
ResponderEliminarRosamari