14 de noviembre de 2013

CRÓNICAS DE LOS TIEMPOS DE PAPA, XXVIII

          En ocasiones papa nos llevaba a alguno de nosotros con él al pueblo. Otras veces iríamos con mamá. Todos juntos, pocas.

Uno de sus viajes al pueblo,
para apadrinar la boda de tio Arsenio
     Recuerdo los viajes en tren. Aquellos trenes correo que paraban en todas las estaciones. Que tardaban casi todo un día en llegar... La gente iba con cestas y bultos hasta arriba... No te podías asomar a la ventanilla porque te entraba carbonilla en los ojos... En las estaciones había vendedores que voceaban los productos para que los viajeros compraran, supongo que eran frutas y alimentos, no recuerdo bien, solo que era muy bullicioso. Había algo que me gustaba sobremanera. Y era, parar en Griñón, donde estaba Pedro, mi padrino, de jefe de estación, o Factor, como creo que se denominaba su cargo. Bueno, en realidad él no era mi padrino sino el marido de mi madrina, aunque siempre le consideré como tal. Recuerdo que tocaba el acordeón muy bien.

    Como decía, me gustaba parar en Griñón porque mi padrino subía al tren para saludarnos y me hacia sentir importante, ya que él era el que tenía que dar salida al tren con su banderín rojo. Y recuerdo tener sensación de orgullo porque el tren estaba detenido mas tiempo por nosotros, hasta que mi padrino consideraba  oportuno despedirse y darle salida. ¡Qué cosas!...

     Uno de estos viajes tuvo una llegada al pueblo triste. En esta ocasión íbamos con mamá, Manolo, Rosamari  y yo a pasar las fiestas de San Marcos. El tren llegaba hasta Plasencia y allí debíamos coger un autocar hasta el pueblo, que llamaban "La Empresa". Pero nos salió al encuentro tío Saturnino, un primo de papá que vivía allí, para decirnos que no esperásemos a la empresa, que tomáramos un coche de alquiler porque el abuelo estaba muy enfermo. Mamá se asustó mucho y él nos acompañó a coger el coche. Cuando llegamos el abuelo ya había fallecido, de hecho, ya había fallecido cuando nos salió a buscar tío Saturnino, pero no quiso decírselo a mamá en aquel momento.

     Lo que recuerdo de esos días es que me alejaron de la casa de los abuelos. Desde la ventana de la troje de la casa del maestro, que es donde me llevaron, no sé por qué motivos, vi pasar el cortejo fúnebre cuando se dirigían al cementerio, que por aquel entonces, y no sé si ahora, iban andando con el féretro a hombros. Manolo dice que a él no le llevaron a ningún sitio, que estuvo en todo el mogollón y Rosamari era tan pequeña que no creo que recuerde nada. ¡¡Mirar en lo que se convirtieron las fiestas!!.

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Algunas frases que le oía decir a papá y que no quiere decir que fueran suyas:

"Puertas... ¿para qué abiertas?. Abiertas... ¿Para qué puertas?".

"Un sitio para cada cosa... y cada cosa en su sitio".

" En casa del pobre... es mejor reventar, que sobre".





       

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