3ª y última parte de nuestro paseo por este espacio de Madrid.
En el tercer nivel, ya casi a ras del Pº de la Castellana, se encuentra la obra emblemática del Museo, por los problemas originados para su instalación y la polémica surgida con las autoridades del momento para ubicarla en el lugar para el que había sido concebida.
“Lugar de encuentros” o “La sirena varada”, 1972 205x500x180. Hormigón |
“Lugar de encuentros III”, de Eduardo Chillida, (San Sebastián 1924 - 2002).
Es la primera obra de hormigón del autor, y fue creada expresamente para el lugar que ocupa en la actualidad, suspendida del puente y en el centro del Museo. En ella el autor experimenta con las leyes de la gravedad, haciendo levitar a una estructura de hormigón blanco. Está estructurada en varias piezas. La combinación de formas rectas y curvas le da sensación de movimiento y parecen crear un espacio interior.
Es casi mas conocida por el segundo título “La sirena varada” Que unos interpretan porque los cables de acero que la sujetan al puente son los que se utilizan en la marina y otros que este nombre se le dio después de estar unos años estancada su instalación debido, dicen, a motivos ideológicos.
En el mismo nivel, un poco más cerca del Pº se encuentran otras dos obras, de las más significativas de la colección:
“Toros Ibéricos” 195x80x80 cm. Bronce |
"Toros ibéricos” de Alberto Sánchez (Toledo 1895-Moscú 1962).
Es una obra representativa del gusto del autor y su añoranza de los temas españoles, esto es, composición vertical, superficies curvas, agrupación de las figuras en un solo conjunto… la masa del grupo se rompe al introducir una oquedad en una de las figuras: el recurso del vacío.
Esta escultura es una ampliación en bronce, realizada a partir del original, de menor escala, propiedad de la colección familiar.“La petite faucille” 1937 210x65x50 cm. Bronce. |
Cierra el Museo, ya en el otro extremo de la Castellana al final del puente, la obra:
“Unidades –Yunta” 1972 225x190x210 cm. y 215x200x210 cm. Bronce |
Se compone de dos piezas independientes, de formas redondeadas, que representan las fuerzas opuestas que configuran el mundo, esto es: lo material y lo espiritual, la vida y la muerte, lo masculino y lo femenino. Insinúan incluso un posible acoplamiento para la unión perfecta. El interior es de bronce dorado, brillante y pulimentado y el exterior oscuro y rugoso, creando un juego de contrastes entre las formas cóncavas y convexas, las luces y las sombras y la materia pulida y la áspera. Unas huellas de manos recuerdan las pinturas rupestres, del pasado, y unos frascos que emergen de la masa de bronce la civilización moderna.
Los artistas, creadores de las obras expuestas en el museo son una representación simbólica de la gran aportación española al arte moderno, que en un momento dado apostaron por mostrar al aire libre su creación, para el disfrute del gran público.
Cada uno por sí solo, dado el reconocimiento internacional de muchos de ellos y su trayectoria y evolución, así como la calidad de sus obras, necesitaría un trabajo aparte, exhaustivo y completo, pero voy a hacer referencia nada mas al tono general del museo y a las cosas que les unen o a los caminos paralelos que han seguido a través de su vida artística.
De los denominados “vanguardia histórica” Alberto Sánchez, representa a los artistas que desarrollaron su obra en España y parece que era escultor desde el principio “yo solo quería hacer un arte revolucionario que reflejase una nueva vida social, que no veía reflejada plásticamente en el arte de los anteriores periodos históricos, desde las Cuevas de Altamira a nuestros días”. Joan Miró y Julio González, representan a la vanguardia española en París. Miró defendía su teoría de “llevar la fantasía del artista a la calle y la importancia de hacerlo en una exposición al aire libre, en un espacio adecuado”.
En cuanto a la “generación de los años cincuenta”, todos los artistas representados son figuras reconocidas internacionalmente y representativas de diversas tendencias de la abstracción española. Algunos autodidactas como Gustavo Torner, que según Zóbel, creaba “un mundo equívoco y borgesiano en el que se confunden realidades y apariencias, los opuestos se tocan y nada es realmente lo que parece" ó Marcel Martí “La escultura significa para mí el sentido trascendente de la existencia expresado en la materia, donde intento plasmar mis intuiciones y vivencias por una afinidad extraña en el diálogo físico del mundo propio al eterno” o Gerardo Rueda la “abstracción lírica”.
El resto desarrolló su arte y adquirió conocimientos en diferentes escuelas de Bellas Artes. Casi todos viajaron por Europa, donde fueron empapándose de las nuevas tendencias y algunos de ellos formaron grupos, crearon movimientos relacionándose entre sí.
El resultado de esta selección es un museo con gran sentido escenográfico, con esculturas monumentales, de formas geométricas, que juega con los espacios vacíos, donde tienen un papel muy importante los materiales de tipo industrial y las texturas, (el acero inoxidable, acero cortén, el hierro, el bronce, el granito, la piedra caliza, el hormigón, etc.), donde la materia cobra protagonismo.
Están presentes los conceptos constructivistas y cubistas, con Eduardo Chillida, “que libera la energía que contiene toda materia y la proyecta al espacio” con Gerardo Rueda, o con Rafael Leoz, preocupado éste último por los proyectos de viviendas dentro de los planes para erradicar el chabolismo. Abundan los juegos de contrastes en las texturas y en las formas como en la obra de José María Subirachs, con elementos simbólicos, eróticos y cierto sentido del humor, o en la de Pablo Serrano, que preconiza “volver a considerar la posición moral del hombre frente al mundo actual que le rodea”. También hay efectos de forma, luz y movimiento en la obra de Andreu Alfaro, con un claro predominio de la línea, o en la de Martín Chirino, a la que añade color para suavizarla. Pablo Palazuelo se aparta de la tendencia general; Sus formas desprenden energía y su ritmo está en relación con el lenguaje musical “en muchas ocasiones cuando estoy trabajando tengo la sensación de estar escuchando”. También está representado el arte cinético, con ilusiones visuales y vibratorias, en el móvil de Eusebio Sempere, y efectos cambiantes a consecuencia de la luz, en las obras de Manuel Rivera, Amadeo Gabino, o Francisco Sobrino.
Una vez terminado mi trabajo y haciendo repaso de lo visto y lo leído, puedo decir en cuanto al museo en sí, que fue una idea genial de las personas que promovieron su creación. El sitio es agradable y el montaje y distribución de las obras, a mí humilde entender, es acertado, aglutinando las que más o menos van por el mismo estilo. Se puede recorrer perfectamente todo el espacio, amplio y luminoso, y admirar y contemplar las esculturas desde todos los puntos.
En cuanto a las obras, han sido para mí un descubrimiento cuando he leído sobre ellas y he sabido el camino recorrido hasta llegar a esas formas y esos conceptos; cuando he buscado y encontrado los contrastes, tanto en las formas (geométricas, de líneas rectas, curvas, formando bloques, los entramados), como en los materiales empleados (acero inoxidable, bronce, acero cortén, piedra caliza, mármol, hormigón).
Los artistas han creado volúmenes, en los que tan importante son las formas que se ven como las que se adivinan en los vacíos, como la esfera inexistente de G. Torner, recordando lo de “el arco atrapa el ojo”. Otra característica descubierta es la de la ilusión óptica en muchas de las obras del primer nivel, la sensación de movimiento y los efectos cambiantes, según desde dónde te sitúes, y dependiendo de la luz del momento.
Pero no todo va a ser positivo. Después de visitar el museo algunas veces, debo decir, que me pareció un poco descuidado, teniendo en cuenta el tesoro que guarda. Dado que es un espacio abierto y de libre acceso y por lo tanto expuesto al vandalismo, debería estar más vigilado. De hecho, la obra de P. Palazuelo está deteriorada y ya las bolas de la de José Mª Subirachs, que ahora son de piedra caliza y en un principio fueron de aluminio, se cambiaron por las agresiones que sufrió. Y no es la única, “Proalí” de Marcel Martí, es una réplica en bronce, porque la original de mármol, fue dañada en un accidente. No obstante, este es el precio que hay que pagar por el montaje de un museo al aire libre y, compensa, si con ello se acerca el arte al máximo posible de gente y se embellece la ciudad.
Después de este trabajo, sigo sin saber nada de arte moderno, pero ahora lo miro con otros ojos.
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