Corren los años 53 o 54 cuando le asignan a papá cubrir una vacante en Madrid. Cuando papá me recoge de casa de los abuelos, en el pueblo, ya han abandonado Torrijos y están en el nuevo destino. Yo no recuerdo bien como fué esta circunstancia pero sí que yo llegué y mamá llamó a otras niñas del barrio y me presentó a ellas para que jugaran conmigo.
Estábamos instalados en un piso que pertenecía al juzgado. Parece ser que nos lo cedió provisionalmente un funcionario al que se lo habían asignado y que de momento, al estar soltero, no lo iba a ocupar. Teníamos un teléfono compartido con el juzgado, que llevaba una clavija para pasar la comunicación de un lado al otro. Es decir que a veces recibíamos llamadas para el juzgado que nosotros pasábamos cambiando la clavija, y viceversa.
También teníamos una puerta que comunicaba con las dependencias del juzgado, por lo que algunas veces podíamos entrar a ver a papá, pero sólo cuando ya no había nadie y él estaba terminando algún trabajo.
Recuerdo un año en el que tía Carmen, tio Dionisio y los primos, pasaron la Nochebuena con nosotros. Unos cuantos niños nos colamos por la puerta hasta la Sala de Audiencia que estaba vacía claro, y estuvimos jugando a algo parecido a un juicio, como los que oíamos en la radio y como los que papá nos había contado el día que nos enseñó la sala, que imponía un poco con aquella mesa grande sobre el estrado, donde se sentaba el juez. No sé como acabó la cosa, supongo que entrarían a buscarnos y nos llevaríamos un buen rapapolvo.
Delante de las dependencias del juzgado había una plaza donde los chicos jugaban a menudo a la pelota y al fútbol. Y en el juzgado había un secretario al que esto le molestaba sobremanera. ¡Ay del balón que se escapaba y tenía la mala suerte de caer en el balcón del juzgado!, ya se podían despedir de él los chicos si caía en manos del Sr. Trillo. Decían que lo rajaba, aunque yo nunca lo ví, o como poco se lo guardaba durante una larga temporada... y no valía la intercesión de nadie.
Papá nos apuntó al colegio Conde de Romanones, que era público y que como todos los de la época las niñas y los niños estaban separados, en distintos pabellones. No tengo muchos recuerdos de este colegio. De los pocos que tengo, uno de ellos es: Con un gran ramo de rosas y delante de un altar instalado en el patio, recité con otra niña una poesía a la Virgen en el mes de mayo, que siempre se dedicaba a María.
Estando en este colegio, conocí el mar. Recuerdo que fue el mismo año en que nació Rosamari.
Papá solicitó para mí una plaza para las colonias de verano. Era para niñas a partir de once años y yo no los cumplía hasta Agosto. En aquella época eran muy estrictos pero papá consiguió que me admitieran y allá que marché con un grupo de niñas entre las que se encontraban algunas de mis vecinas y amigas. Fuimos en tren hasta Castellón de la Plana y allí hicimos transbordo hasta nuestro destino: Vinaroz. Lo recuerdo como si fuera ahora. Aunque no sé si en esta segunda etapa íbamos en tren o autobús pero la visión de aquella inmensidad de agua y las rocas tan cerca de la ventanilla me impactaron.
Allí nos instalaron en el Grupo Escolar San Sebastian. Las aulas estaban convertidas en dormitorios con literas, y en comedores con grandes mesas alargadas. Estaba al lado de la playa que era de piedrecitas. Por las tardes salíamos a pasear o a hacer marchas cantando canciones de campamento. Las cartas que recibíamos de casa nos las daban abiertas y nuestro dinero lo tenían las monitoras que solo nos daban lo que necesitábamos para sellos, postales o alguna chuche (polos o pipas). Cuarenta y tantos años después, en un viaje que hice con Pepín y los chicos a Peñíscola, fuimos a visitar Vinaroz y busqué el colegio. ¿Creereis si os digo que me emocioné?.
Allí nos instalaron en el Grupo Escolar San Sebastian. Las aulas estaban convertidas en dormitorios con literas, y en comedores con grandes mesas alargadas. Estaba al lado de la playa que era de piedrecitas. Por las tardes salíamos a pasear o a hacer marchas cantando canciones de campamento. Las cartas que recibíamos de casa nos las daban abiertas y nuestro dinero lo tenían las monitoras que solo nos daban lo que necesitábamos para sellos, postales o alguna chuche (polos o pipas). Cuarenta y tantos años después, en un viaje que hice con Pepín y los chicos a Peñíscola, fuimos a visitar Vinaroz y busqué el colegio. ¿Creereis si os digo que me emocioné?.
Foto del colegio en Vinaroz, encontrada en Internet |
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Pensamiento:
"El hombre
que no se contenta con poco, no se contenta con nada".
Epicuro de Samos
Epicuro de Samos
Esto ya me va sonando no porque yo hubiese nacido pero al menos el barrio si lo conoci. Y tu que moderna ibas de campamento eh que chula.
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