3 de mayo de 2013

CRÓNICAS SOBRE PAPA, XV

    En este barrio de San Blas, todas las calles tenían nombre de castillos. Nosotros vivíamos en la plaza del Castillo de la Mota, creo que el número 4, en el primer piso. Los bloques, ya he dicho que eran de diez plantas. Las puertas de entrada estaban como en unos corredores abiertos al exterior; a este mismo corredor daba uno de los dormitorios y no recuerdo si el baño o la cocina; a la plaza daban el comedor y los otros dos dormitorios... o la cocina? (tengo un poco confuso el lugar de la cocina). Sí recuerdo que tenía los techos muy bajos y que en la entrada lo que ahora se llama hall, mamá había colocado un sofá de palitos y asiento de enea de los antiguos. También recuerdo que en el bloque teníamos portera...??.

     Habíamos dejado el colegio Conde de Romanones. No sé si algunos de los chicos fueron a estudiar a los salesianos, o es que iban los domingos a hacer alguna actividad. A mí, y no sé si a Ángel... o quizás a los mayores..., porque yo creo que iba alguno de ellos, papá nos apuntó a un colegio que había en la calle Emilio Ferrari que se llamaba Fernando III El Santo. Todos los días veníamos desde S. Blas a la Cruz de los Caídos en un tranvía, bueno, realmente eran dos tranvías. Los llamaban "Los amantes de Teruel" porque iban  uno detrás de otro pues había una sola vía. Todo el tiempo iban y venían juntos, es decir, si lo perdías tenías que esperar a que llegaran a la Cruz y volvieran. Desde la Cruz hasta el colegio íbamos andando. Alguna vez, volviendo a casa, Ángel o el que fuera que no recuerdo, que iba conmigo, bajaba corriendo toda la calle Hnos. García Noblejas, paralelo al tranvía, para competir con él a ver si llegaba al mismo tiempo. A mí me ponía los nervios de punta.

     El colegio Fernando III el Santo era un chalet, que ya no existe. Este colegio creo recordar que era mixto, debía ser de los pocos que había así, y supongo que privado. Sí recuerdo a mi profesor, D. Andrés, que era joven, alto y delgado con la cara como picada de viruela. Recuerdo con cariño sus clases. Fueron  mis primeros contactos con los  libros de lectura. Leíamos en clase el libro "Corazón", de Amicis; historias de niños y jóvenes heroicos, donde está incluido el cuento "De los Apeninos a los Andes". Tendría yo 12 o 13 años.


     También durante nuestra estancia en esta casa, en el año 57, hicieron la primera comunión Ángel y Manolo. Creo que la hicieron en los Salesianos pero tampoco estoy segura. 


Mirad que tiernos
     Por esos días, pasaron por Madrid, camino de Buenos Aires, tía Eladia, la última hermana de papá que quedaba en España, con su marido (tío Agustín) y sus cuatro hijos. Se fueron en barco, que no sé donde lo tomaron, creo que en Valencia o Alicante, y tardaron 18 días en llegar. No los volvimos a ver. Sabíamos de ellos por la correspondencia de tío Emiliano, como de todos los demás. Hace algo mas de tres años tuve contacto por correo electrónico con uno de sus nietos, pero no pusimos demasiado empeño y volvimos a perderlo.

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Fragmento:

…Y en el mundo en conclusión, 
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
                                                       Calderón de la Barca. "La vida es sueño"

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