Cuando volvimos a instalarnos en el barrio, papá me buscó un nuevo colegio. Los chicos creo que iban al instituto Cervantes, no estoy segura. Ellos estudiaron Bachiller Superior; a ellos había que prepararlos para el futuro. Las mujeres teníamos que prepararnos para ser buenas madres y buenas amas de casa. Y, si acaso, secretarias. No obstante, y dentro de esas pautas, papá se preocupó de que yo tuviera la mejor educación a su alcance.
Él siempre fue una persona religiosa y frecuentaba la iglesia y los locales de Acción Católica. Por aquel entonces, en nuestra iglesia estaba de párroco D. José y de coadjutor D. Victoriano. Por ellos supo que las religiosas de Jesús-María, las que tienen ese maravilloso colegio en la calle de Juan Bravo, habían establecido unas escuelas en el barrio, y también a través de ellos, me consiguió una plaza. La verdad es que para mí fueron unos años maravillosos. Siempre llevaré en mi recuerdo y estaré eternamente agradecida a Madre Sagrario, la directora del centro y la persona mas exigente y disciplinaria que he conocido y a la vez la mas comprensiva. Era vasca.
En las clases, como ahora, estábamos agrupadas por edades y teníamos una profesora para la mayoría de las asignaturas: la nuestra era la Srta. Felisa. Procedía de dar clase a chicos, y siempre estaba comparándonos con ellos... y no salíamos bien paradas. Aún así también la recuerdo con cariño.
En el segundo año, Madre Sagrario hizo un grupo con las mas mayores, tendría yo trece o catorce años, al que denominó "Iniciación Profesional". Seríamos once o doce y nos puso profesoras independientes para cada asignatura. Ella se reservó para darnos Gramática y os aseguro que nos sentó bien las bases para el futuro con la cantidad de dictados, redacciones, análisis y lecturas a las que nos sometió. ¡¡No nos pasaba ni una!!. El resto de las profesoras eran antiguas alumnas del colegio de Juan Bravo.
Recuerdo en especial a la Srta. Pilar, que nos dio Matemáticas. Y la recuerdo, aparte de porque también fue una profesora maravillosa, porque entró de novicia en la congregación y nos invitó a su toma de hábitos. Los tomó en la iglesia del colegio de Juan Bravo, que era enorme y para la ocasión estaba de bote en bote. Fue una ceremonia emocionante y de gran solemnidad. En medio de un gran silencio, solo roto por las increíbles voces del coro que te transportaban, entró por el pasillo central vestida como una novia hasta llegar al altar. Allí, en el transcurso de la ceremonia fue despojada del traje blanco nupcial y sustituido por un hábito gris; le cortaron un poco el pelo, en un acto simbólico y le colocaron una toca. Desde ese momento pasó de llamarse Pilar a Madre de la Providencia. Todavía al recordarlo, se me pone la piel de gallina.
También madre Sagrario ejercía de profesora de música en el colegio y formó un coro con el que ensayaba todos los días y con el que era exactamente igual de exigente. Si oía una voz mas alta que otra, o desafinar a alguien, hacía cantar a una por una hasta que encontraba a la intrusa y la hacía cantar tantas veces como hiciera falta hasta conseguir su objetivo. Claro que esto tenía sus frutos, el coro adquirió tal prestigio que en la parroquia era requerido para cualquier evento o acto solemne que hubiera y el colegio y madre Sagrario estaban encantados de colaborar.
También eran famosos nuestros finales de curso por las exposiciones de trabajos y labores que montábamos. Incluso preparábamos obras de teatro para el público como despedida, con gran profesionalidad tanto en decorados como en actuaciones. Y todo era obra de Madre Sagrario, que conseguía contagiarnos su entusiasmo.
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Pensamiento:
"El sabio puede cambiar de opinión. El necio nunca". Immanuel Kant
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