Nuestra vida se asentó por fin. Habíamos encontrado el lugar definitivo para desarrollar nuestra existencia. Mamá estaba feliz en el barrio y papá también, con la nueva ubicación de su trabajo, en el Barrio de la Concepción. Iba y venía andando; había una buena tirada, pero no había otra forma. Yo le recuerdo cuando llegaba. Siempre con traje y corbata. Con su cartera bajo el brazo y con sus andares... un poco inclinado hacia adelante. Como si su cuerpo tuviera mas prisa que sus pies. Creo que yo los he heredado, y Agustín también... y quizá Rosamari. A veces le esperaba en la calle y cuando le veía aparecer por la esquina de abajo, corría a su encuentro. Aunque mi carrera acababa siendo un poco interesada porque le daba un beso y le decía -dame diez-... -¿Para qué?-... -Para pipas-... Había un kiosko de "chuches" en un extremo de la plaza donde por diez céntimos te echaban una cacilla de pipas en un cucurucho.
Los chicos, los mayores, seguían con sus estudios. Los pequeños por mas que pienso, no recuerdo a que colegio iban en esa época; tendrían entre ocho y diez años.
También recuerdo que por esa época, empezó mi afición por la lectura. Todas las semanas, creo que era los miércoles, se instalaba en un margen de la plaza, la "Biblioteca Pública Móvil nº 1". Era un bibliobús, donde dejando de señal el importe de un libro, podías llevarte a casa un ejemplar para leer y cambiarlo o renovarlo cada semana si no te había dado tiempo a terminarlo. Papá me inscribió y me leí toda la colección de los libros de Celia, con Cuchifritin el hermano de Celia y Matonkiki. Seguí con todos los libros juveniles que correpondian a mi edad, y al precio de la señal dejada. Hay un libro que debió gustarme especialmente porque no he olvidado su título desde entonces, e incluso he tratado de localizarlo para volver a leerlo y descubrir por qué lo recuerdo sobre otros, pero no lo he encontrado: "El grumete tizón".
Los chicos, los mayores, seguían con sus estudios. Los pequeños por mas que pienso, no recuerdo a que colegio iban en esa época; tendrían entre ocho y diez años.
También recuerdo que por esa época, empezó mi afición por la lectura. Todas las semanas, creo que era los miércoles, se instalaba en un margen de la plaza, la "Biblioteca Pública Móvil nº 1". Era un bibliobús, donde dejando de señal el importe de un libro, podías llevarte a casa un ejemplar para leer y cambiarlo o renovarlo cada semana si no te había dado tiempo a terminarlo. Papá me inscribió y me leí toda la colección de los libros de Celia, con Cuchifritin el hermano de Celia y Matonkiki. Seguí con todos los libros juveniles que correpondian a mi edad, y al precio de la señal dejada. Hay un libro que debió gustarme especialmente porque no he olvidado su título desde entonces, e incluso he tratado de localizarlo para volver a leerlo y descubrir por qué lo recuerdo sobre otros, pero no lo he encontrado: "El grumete tizón".
La nuestra era la nº 1, pero igualita . (Internet) |
Andábamos por el año 1959...
No creáis que yo tengo una memoria de elefante, es que siempre hay algún acontecimiento que me marca las fechas y me ayuda a relacionar las situaciones. Digo que corría el 1959, porque a finales de este año aumentó de nuevo la familia. Llegó Javier. Como me pasó con todos los demás, no recuerdo si nació en casa o ya en una clínica, lo único que recuerdo es que había una personita más en casa.
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Frase:
"Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección". Francis Picabia
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