Otro de mis recuerdos de la época en que papá todavía estaba con nosotros, se relaciona con la plaza que está cerca de la iglesia, entre la calle Luva y la calle de los Misterios y que no sé si tiene algún nombre especial. Nosotros la conocíamos como Plaza de las Harinas, porque allí existía una fábrica dedicada a este producto. Pues bien, yo recuerdo ir a esta plaza a montar en los aparatos de la feria que allí se instalaba en aquella época, no sé o no recuerdo con que motivo. Montábamos en la ola o tobogán; en las barcas, que algunos chicos a base de impulsarse iban cogiendo tal altura que parecía que las susodichas barcas iban a salirse de sus anclajes y a salir volando, y no digamos el güitoma, con esas sillas al final de las cadenas que con el impulso del giro parecía que te iban a sacar despedido del aparato. Ahora, y con mucha mas seguridad, las llaman sillas voladoras.
Recuerdo que los chicos nos molestaban lanzándonos huesos de majuelas a través de una especie de cerbatana, que producían un dolor insoportable, y que nosotros huíamos de ellos como alma que lleva el diablo.
Otro establecimiento que recuerdo en esta plaza, en el lugar que ahora ocupa el intercambiador de autobuses, es un bar que se llamaba "El Gato Negro". Allí vivía una niña, mayor que nosotras (me refiero a mis amigas y a mí), que se llamaba Alicia y que era hija o nieta de los dueños. (Yo creo que era amiga de los chicos mayores). Lo cierto es que no sé por que circunstancia nos llevó a su casa y nos enseñó su cuarto y recuerdo que me quedé asombrada, alucinada diríamos ahora, por la cantidad de muñecas que tenía colgadas en toda una pared. ¡¡Y yo que soñaba con una gisela!!...
Os pongo unas fotos, que he localizado, para que tengáis una imagen de referencia sobre mis recuerdos:
La plaza de las Harinas, ahí se ve la fábrica a la izquierda y El Gato Negro a la derecha |
Esta no es la plaza de las harinas, pero así eran las barcas de la feria |
Tampoco esta es la plaza, pero así era el güitoma. |
Atravesando por un solar de nuestra calle, casi frente a nuestra casa, se pasaba a Arturo Soria, y de allí a lo que llamaban la "parada 3", donde los chicos del barrio se iban a jugar al fútbol ya que entonces toda esa zona era campo. Algunas veces también se iban mis amigas, a mí nunca me dejaban ir porque mamá me decía que no me moviera del barrio, y que si se iban que me subiera a casa. Y eso era lo que tocaba muchas veces, subirme a casa por el miedo que tenía mamá a que desapareciera de su vista.
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Reflexión:
"He aprendido
que las oportunidades no se pierden nunca, las que tu dejas marchar...las aprovecha otro".
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